domingo, 11 de mayo de 2014

La noche


La noche se hace larga, demasiado larga. Cuando eso sucede los pensamientos se agolpan de forma sorprendente y uno tiende a convertirse en espectador curioso de si mismo. ¿Por qué aparecen de forma recurrente determinadas imágenes?, ¿Por qué se enciende un fuego que parecía apagado y un rostro de antaño se hace ahora vivo y presente?, ¿Cómo es posible bucear en los recuerdos y clasificar de nuevo las experiencias vividas, hasta tal punto que detalles ínfimos cobren en la mente una importancia desmesurada? La memoria es un misterio. Un misterio que unas veces parece dominado por una suerte de capricho y otras por una lucidez implacable. La memoria es amiga cuando, por hacernos un favor, se desmaya en la amnesia y es una cruel adversaria cuando decide enfrentarnos al juicio de nuestros actos. En las noches de insomnio como estas, siempre largas, demasiado largas, temo que la memoria me haga una mala pasada y me enfrente al espejo de mis miserias.

Esta noche el pensamiento que se niega a abandonarme me incomoda sobremanera.

(Saca del bolsillo tres octavillas en la que se anuncia prostitución)

Estaban en mi coche. Hace meses que aparecen por todas partes. No recuerdo
donde leí que ahora muchas de las prostitutas son niñas que vienen de otros países. De alguna forma esta es mi pesadilla de hoy. Pienso en una de esas niñas, y también recuerdo un niño que veo revolver en la basura a menudo delante de mi casa. Le he visto tantas veces que hasta le he puesto un nombre. Le llamo Raúl, aunque no sabría explicar por qué. A la niña en la que pensaba también sin darme cuenta le puse un nombre. le llamé María. ¡María! Nada original pero es así como siento que se llama. Y pensaba en los niños que he visto en reportajes en los que se hablaba de esclavitud !Esclavitud en el siglo XXI! y hablan de millones. Alucinante. Como para poner nombre a todos.

Pero a estos dos les puse nombre y no me los puedo quitar de la cabeza. Empiezo a imaginar sus vidas. Una niña a la que... eso como se puede llamar. ¡Violación! Suena fuerte pero si uno lo piensa un minuto no puede encontrar otra palabra más suave. Violación. Y un niño que es capaz hasta de sonreír mientras busca en la basura. Le vi sonreír y me pareció increíble. ¿Cómo se puede jugar y sonreír en esas circunstancias? Su sonrisa parecía vaticinar una victoria sobre la pobreza, era una expresión de que la infancia nunca se rinde. María dormiría asustada, imagino, aprendiendo a pronunciar la palabra infierno lentamente para hacerse a la idea de que al día siguiente para ella seguiría sin existir el amanecer. Raúl dormiría rápido intentando forzar sus sueños y poder darse de esta manera un banquete en una casa confortable que nunca tendrá. Raúl conoce todos los contenedores de la ciudad y los puede clasificar de diferentes maneras en función de lo que pueden ofrecer.

María y Raúl ignoran que yo les pienso. Se que mañana no voy a querer pensarles. Pero les puse un nombre ¡maldita sea! y también puedo poner un nombre a sus circunstancias: Esclavitud, infierno, violación, robo de la infancia, crimen, ... y también puedo ponerme un nombre a mi en esta larga noche que mi conciencia se despierta y me acusa: Traidor.

La noche se alarga. No tengo sueño. Sólo un peso. Pienso que pasaría si fueran mis hijos. ¿Qué haría? Me volvería loco creo. Sería capaz de poner el mundo patas arriba hasta conseguir que sus circunstancias cambiaran. Desearía ser un buen padre...

Un padre acostumbra a poner nombre a sus hijos

(Rompe las octavillas en mil pedazos de forma compulsiva. Llora)

Les puse un nombre.

Pronto amanecerá. 


Moisés Mato. 

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